IX6012...

Hacía minutos que me encontraba desesperado mirando el reloj.
Cruzaba gente de un lado a otro, corriendo siempre. Por alguna extraña razón la gente siempre lleva prisa.
La única prisa que tenía yo en esos momentos era volver a oler su perfume, sentir como acariciaría cada parte de mi piel y como me impregnaría para el resto del día ese pequeño aroma.
Carraspeé un poco antes de acercarme a una trabajadora a preguntarle:

-Disculpe, ¿Sabe algo del vuelo IX6012? -Intenté decirle con la mayor calma que pude.
-Pues la verdad, nadie sabe nada. Lo siento. -Dijo ella dirigiéndose al otro lado del mostrador.

Volví a apartarme de allí, ahora un poco más nervioso que antes. Me acerqué a las cristaleras, y reflexioné un rato, mientras veía vuelos salir y llegar. Es el medio más seguro, me repetía a mi mismo una y otra vez.

***

Llegábamos tarde, nos había tocado viento de cara, y las turbulencias no eran pocas, pero yo solo pensaba en él, en lo impaciente que es, en lo pesimista que podía llegar a ser, y en lo muy preocupado que estaría. Resoplé mirando por la ventanilla, y la azafata se paró a preguntarme si quería algo de la tienda.

-No, gracias. -Le sonreí lo más amablemente que pude.
-No se preocupe, llegaremos en nada -Sonrió ella al ver mi estado nervioso, y como intentaba concentrar mi cabeza en una lectura.
-¿The Perks of Being a Wallflower? Me han dicho que está muy bien. -Sonrió ella por última vez antes de seguir con el carrito.

Volví a mirar por la ventanilla una vez más. Ahora podía ver la manga de viento, podía diferenciar los colores rojos de los blancos. Podía sentir como estábamos llegando, y cerré el libro para no dejar de mirar por la ventanilla.

***

Se acercó la misma mujer que me había atendido hasta las cristaleras.

-Disculpe, ya está aterrizando el vuelo que usted quería.

La miré un rato sin saber como darle las gracias, y enseguida le sonreí, y ella asintió con la cabeza, volviéndose al mostrador.

Ya estás aquí, pequeña. Dos años después, ya estás aquí, pensé varias veces, separándome de las cristaleras y acercándome a las salidas. Allí podía ver como gente con cartelitos, recogían a turistas. Miraba a varios lados, pero no hubo forma de encontrarla. Ya solo quedaba yo y otra señora. Entonces salió un chico y le cogí del brazo para preguntarle.

-¿No queda nadie más? -Le pregunté nervioso apretándole el brazo.
-¡Suélteme, me está haciendo daño!
-Yo.. disculpe..
-No queda nadie más, yo soy el último -Estiró su maleta hasta la señora que había a mi lado, se cogieron de la mano y salieron.

Miraba a todos lados, ¿Dónde estaba? ¿Por qué no había bajado?

***

Allí me encontraba yo, sonriendo como una niña viéndole buscarme. Tiré la maleta al suelo y salí corriendo hasta abalanzarme sobre él. Y él giró sobre sí mismo varias veces, dándome vueltas, vueltas que eran felicidad. Y me besó la frente varias veces, y me estrujaba contra su cuerpo, y yo por fin, podía sentirme más segura que nunca. Ahí, junto a él, junto a todo lo que habíamos sido él y yo. Y le acaricié el cogote, porque yo sabía que eso le encantaba. Y el me miraba lloroso, diciéndome que era una hora tarde, que se había asustado, pero que toda esa espera, valía la pena por un segundo a mi lado.

***

No la solté, estaba enroscada a mi cuello, y por fin podía olerle el pelo, por fin podía sentir su aliento, por fin estaba a menos de un milímetro de mi cuerpo, después de dos años.

-¿Sabes?-Empecé a decir con voz temblorosa- Cuando estabas a 35.000 pies, solo pensaba que iba a quererte por encima de eso.
Ella sonrió, y me dijo si iba a quererla como en la película de ''A tres metros sobre el cielo''. 
Yo sonreí y le respondí:
-Voy a quererte como si fuera a la luna ir y volver infinitas veces.
-Te querré como si de eso se tratase -Sonrió ella- Volvamos a casa.