Lluvia...

Ya está aquí. 
Se nota el cambio de mes.
 Toca el frío, ver llover desde tu habitación, relámpagos, truenos, bebidas calientes y mantas en la cama. 
Olor a tierra mojada, empañar los cristales debido a la respiración y dibujar en ellos después. Llega la música en la habitación, da igual si lenta o rápida, lo único, que te transporte. 
Toca cambiar la ropa del armario, prestarle la chaqueta a alguien con frío. Llega la época de las calefacciones, ducharse con agua caliente, estufas, o leer al lado de la chimenea. Es la hora de ir por la calle y cruzarte con paraguas, vayas donde vayas. Llegaron los findes en casa, el chocolate con churros, y las sudaderas. Llegan los primeros cortes de luz, la lluvia en el tejado mientras duermes. Llega el frío de las 7 de la mañana y la llegada de la noche a las 6 de la tarde. Se acerca, y cada vez más. Y al fin y al cabo es otro día más, de esos que pasan y pasan. 
Odio la lluvia. Tan fría, tan corriente. Siempre lo mismo, gota tras gota, que pocas no hacen mucho, pero juntas pueden con todo.
 El olor a lluvia me recuerda a ti. Supongo que tiene tu perfume, o al menos el perfume que me imagino que tienes desde que no estás conmigo. 
Es entonces cuando llueve, y me gusta salir a la calle, para empaparme de ti. Me recuerda a ti. Hace que  sienta que te tengo al lado o por lo menos, más cerca. Y es entonces cuando llueve y estoy solo, que pienso dónde estarás y que estarás haciendo. Y me imagino, que el olor a lluvia te va a hacer pensar en mi. Porque yo también tenía olor a lluvia en tus recuerdos. Y entonces me gusta cuando llueve. Porque creo que es el momento, en que tú y yo nos encontramos.