La gélida tempestad azota mis cabellos contra mi rostro, cubierto de lágrimas que se congelan nada más formarse.
Le miro a los ojos, perturbado.
No consigo comprender que me está intentado decir este hombre, tan desarreglado y con esa expresión tan triste.
No entiendo por qué lo unico que me dice es "Lo siento, lo siento..."
No lo entiendo, hasta que me doy cuenta de que estoy en tirantes, pantalón corto, descalzo, empapado, en medio de un bosque, en mitad de la noche, en mitad de invierno, en mitad de mi confusión.
Miro mis manos cubiertas de mi propia sangre, que se mezclaba con el agua de la lluvia dándome un aspecto sucio.
Me pregunto qué le habré hecho yo a este señor tan extraño, para que apareciese de la nada y me hiciese tanto daño.
Él se arrodilla junto a mí y empieza a llorar, sin dejar de pedirme perdón y disculparse.
Comprendo que voy a morir.
Me tumbo boca arriba en la hierba, sintiendo como el dulce mareo de la muerte me nubla los sentidos.
La única frase coherente que consigo formar en mi cabeza es que ojalá mi madre sepa quién le ha arrebatado su hijo sin razón, para poder castigarlo.
El hombre me coge en brazos y sin dejar de llorar me pide que le perdone, que no me vaya antes de perdonarle o el Señor no lo hará.
Le miro, incapaz de pensar demasiado tiempo en algo fijo.
-Arde en el infierno.-es lo último que digo.
9/9/11
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